martes, 27 de noviembre de 2018

REFLEXIÓN DE PILAR VIZCAÍNO.

No compartir esta reflexión es como callar ante las situaciones de invisibilidad social y de injusticia de otros; es como ser indiferente y no sentir el dolor de otros. Es igual que adormecerse ante la propia comodidad que no nos hace ni padecer, ni tener compasión, ni tan siquiera rebelarse y querer buscar soluciones para otros.

Es imposible ir a los asentamientos, esta vez ha sido Lepe, y volver igual, como si nada hubiera ocurrido por la vida de uno. Recuerdo que la primera vez no dormí pensando en ellos.
Es imposible ir a los asentamientos y volver a la rutina sin querer luchar por buscar soluciones a esta realidad cada vez más frecuente y compleja.
Es imposible ir a los asentamiento y no sentir verdadera impotencia.
Recuerdo que la Madre Teresa insistía en el trabajo personal y comunitario de cada uno, como si fuéramos gotas de un océano que no se completa si no es por la gota de cada uno. Esa es la cuestión, puede haber conciencia personal de algunos y quizás también comunitaria de algunos equipos de Cáritas parroquiales, entidades sociales y ongs, pero a este gran océano le siguen faltando gotas, muchas gotas que otros no ponen no sé si por indiferencia, miedo a equivocarse o por falta de creatividad para empezar algún día a construir la vida de otros de forma más justa y digna. Faltan las gotas de los que tienen que dar el salto e intentarlo desde su responsabilidad. Seguro que en ese salto no faltarán quienes les animen, ayuden y trabajen en todo lo que esté en su mano.

Hoy hemos visitado a personas enfermas que viven allí. Concretamente a personas ciegas. Uno ya no tiene visión, y casi no puede valerse por sí mismo si no es por la ayuda de otros samaritanos que ha encontrado en su vida y que acuden a la chabola donde vive (malvive) como puede.
El otro chico ha perdido completamente la visión de un ojo por un tratamiento que, quizás, no fué el correcto; lleva 12 años trabajando en España pero no tiene papeles. Necesita una operación del ojo, y se viene a Santa María de los Milagros para el proceso operatorio y de posterior curación.
Está claro, es imposible poder cambiar la realidad si uno no conoce a la otra persona, si no se acerca para saber qué es de su vida, de su historia, de sus esperanzas, si tiene niños como los tenemos nosotros.    
Me pregunto porqué razón la vida de unos es "más digna" que la de otros; porqué el concepto de dignidad lo aplicamos y queremos para nosotros y no para otros; porqué no somos capaces de encarnarnos con la realidad de los que sufren. Sólo han nacido un poco más allá, han tenido unas posibilidades y oportunidades diferentes de las nuestras, pero todos tenemos igual dignidad, no hay nadie superior a otro; no tenemos unos más papeles que otros, nacimos todos sin ellos. Somos todos hijos del mismo Dios.

Ahora que se acerca en poco más de un mes la Navidad y ya estamos todos locos pensando en luces, compras, ahorros, comidas, etc, no nos vendría mal recordar, como cristianos y como sociedad, que lo que vamos a conmemorar es que todo un Dios nació y nadie lo quiso acoger, que llamaba a la puerta, pero no había sitio en la posada. 

No pasemos de largo esta vez ante las situaciones de sufrimiento, de falta de dignidad humana y de injusticia. Seamos samaritanos y busquemos lo mejor para los demás, sólo así seremos felices y encontraremos el sentido de nuestra vida que no es para otra cosa que para darla.

Pilar Vizcaíno 

Directora cáritas diocesana de Huelva.